viernes, 5 de septiembre de 2008

Bedoya

Harto uno de mis lectores de que copie a Ruiz Zafón y como yo me debo a mis lectores, voy a traer dos personajes de La Regenta de Clarín. El primero lo traigo hoy, prefiguración del wikipedista espurio, se llama Bedoya. Nótese la magistral definición de caracteres del maestro Clarín.

Bedoya era de esa clase de eruditos que encuentran el mérito en copiar lo que nadie ha querido leer. En cuanto él veía en el papel de su propiedad los párrafos que iba copiando con aquella letra inglesa esbelta y pulcra que Dios le había dado, ya se le antojaba obra suya todo aquello.

Pero su fuerte eran las antigüedades. Para él un objeto de arte no tenía mérito aunque fuese del tiempo de Noé, si no era suyo. Así como Bermúdez amaba la antigüedad por sí misma, el polvo por el polvo, Bedoya era más subjetivo como él decía, necesitaba que le perteneciera el objeto amado. «¡Si él pudiera hablar! Tamañitos se quedarían Bermúdez y el Magistral y tutti quanti». Pero no podía hablar. Iría a presidio probablemente, si hablara. «En fin, en puridad, tenía... -y miraba a los lados al decirlo- tenía un precioso manuscrito de Felipe II, un documento político de gran importancia». Lo había robado en el archivo de Simancas. ¿Cómo? ese era su orgullo. Así es que Bedoya, seguro de aquella superioridad, miraba por encima del hombro a los demás anticuarios y callaba. Callaba por miedo al presidio.

2 comentarios:

Dodo dijo...

Joder, no me resisto a probar: ¡quiero un jamón ibérico de bellota!

Résped dijo...

Tienes una fideuà cuando te pases (la vida puede ser bonita, pero no perfecta).