He comenzado El juego del ángel, novela de Carlos Ruiz Zafón y me he encontrado, de bruces en el primer capítulo, con el jefe de redacción del protagonista en su juventud, a un tipo duro y correoso, de buen corazón, pero con unos principios a prueba de bomba. Lean estos párrafos entresacados y díganme si no lo contratarían para ocupar un puesto similar en wikipedia.
Como la novela promete, yo prometo más fragmentos.
Don Basilio era un hombre de aspecto feroz y bigotes frondosos que no se andaba con ñoñerías y suscribía la teoría de que un uso liberal de adverbios y la adjetivación excesiva eran cosa de pervertidos y gentes con deficiencias vitamínicas. Si descubría a un redactor proclive a la prosa florida lo enviaba tres semanas a componer esquelas funerarias. Si, tras la purga, el individuo reincidía, don Basilio lo apuntaba a la sección de labores para el hogar de por vida.Don Basilio pregunta al aspirante tres páginas después:
- No se embale, pollo. A ver, ¿qué piensa usted del uso generosos e indiscriminado de adverbios y adjetivos?
- Que es una vergüenza y debería estar tipificado en el código penal -respondí con la convicción del converso militante.
Don Basilio asintió con aprobación.
- Va usted bien, Martín. Tiene las prioridades claras. Los que sobreviven en este oficio son los que tienen prioridades y no principios.
Como la novela promete, yo prometo más fragmentos.
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