miércoles, 4 de noviembre de 2009

Juicio a Dios

Anatoli Lunacharski, "Voinoff", fue un dramaturgo ruso. Además estuvo claramente involucrado en la Revolución Rusa, participando en la redacción de diferentes periódicos y panfletos; estuvo además a punto de ser embajador en España, cargo para el que fue nombrado pero que no llegó a ocupar, por su repentina muerte. Sin embargo, ni su actividad literaria ni política darían de este hombre notoriedad a no ser por una ingeniosa dramatización: el juicio a Dios.

Sucesivamente cercano y lejano a los bolcheviques (le unía a ellos el marxismo, le separaba el querer conjugarlo con la religión), Lunacharski se decantó por ellos tras el triunfo de la revolución de octubre, siendo nombrado Comisario de Instrucción Pública el mismo año 1917 y tuvo este cargo hasta 1929.

Como no hay nada peor que una puta arrepentida, o por la fe del converso, vaya usted a saber, Lunacharski representó en 1918 su mejor obra, la que le alejaba de las posiciones religiosas que había defendido entre el fracaso revolucionario bolchevique en 1905 y su triunfo en 1917: el juicio a Dios.

A las 8 de la mañana del 16 de enero de 1918 en Moscú, Lunacharski constituyó un tribunal popular, que él mimos presidía y se dispuso a juzgar a Dios por crímenes contra la humanidad; la lista de cargos contra él era larga, más de una hora duró su lectura y destacaba el de genocidio.

La acusación se ejercía en nombre del pueblo ruso y este a su vez, tomaba la voz de la humanidad, víctimas y acusadores a la vez; en el banquillo de los acusados "sentaron" una Biblia, a la que dieron, eso sí, el derecho a la defensa.

Toda aquella mañana se presentaron pruebas inculpatorias y los abogados de la defensa intentaron refutarlas, si bien el argumento en el que quisieron basar principalmente la defensa no fue admitido: alegaron trastorno mental y demencia grave. Sin embargo, el tribunal presidido por Lunacharski consideró que ante la gravedad de los hechos juzgados no podía admitirse ningún eximente.

Al caer la tarde, el presidente del tribunal popular hizo pública la sentencia que declaraba a Dios culpable de los graves delitos por los que había sido juzgado y le condenó a muerte. Dios debía morir fusilado a las 6:30 horas del día siguiente, el 17 de enero de 1918.

Uno pensaría que la sentencia se ejecutó contra la Biblia, pero sería si olvidamos que Lunacharski era Comisario de Instrucción Pública y que su labor en pro de la cultura en aquellos años fue realmente admirable, grandes artistas, como Stanislavski o Tairov, tuvieron su protección, las bibliotecas y los museos se salvaron de cualquier tipo de expolio por su capa protectora... el libro se salvó. La sentencia se ejecutó con un pelotón de fusilamiento debidamente formado que disparó ráfagas de metralleta contra el cielo de Moscú.

Tal vez alguien se tome en serio la representación de Lunacharski, seguro que sí. Alguno se ofenderá por la pantomima de juicio y otro se alegrará... no han comprendido nada. Ya dije que Lunacharski era un dramaturgo, y esto fue la mejor performance de la historia con más de medio siglo de adelanto a las performances supuestamente modernas de finales del siglo XX.

Lunacharski era un hombre culto y sus fuentes son reconocibles. Jerjes azotó al Helesponto, en la Biblia también se condenó a muerte a Dios (según la mitología cristiana esta vez sí pudieron ejecutarle en persona), Nietzsche proclamó la muerte de Dios, Stanislavski y otros visionarios de la moderna escena eran amigos suyos...

En fin, ahí queda la anécdota, como prometí...

2 comentarios:

Saulo dijo...

Me encanta, pero veo un defecto formal en el juicio: el de ser juez y parte.
Yo hubiera preferido ver un linchamiento "en caliente" al estilo Jerjes.

Résped dijo...

Yo lo veo como una representación, no como un verdadero juicio. Por supuesto no estoy en la mente de Lunacharski, pero como teatro me parece magnífico, como cosa seria tan estúpido como pretender que entrar en una caja y hablar en voz baja te libra de tus pecados.