domingo, 12 de agosto de 2007

Fe a la carta

¡Qué fácil es hoy entrar en el Reino de los cielos! Ya da igual, como en la canción Cambalache, la salvación está garantizada, porque uno dice que es creyente, pero claro, la Iglesia vive de espaldas a la sociedad, uno no debe ya rezar a sus dioses, seguir a sus pastores, creer en sus leyes... pero no es ateo.

El resultado es que ser ateo se ha devaluado, porque, ¿para qué ser ateo si las leyes de Dios hoy son de goma? Le han quitado mérito a la negación de las leyes porque si tú no crees en la Trinidad o en la Omnipotencia, ellos tampoco, bueno la verdad es que no saben de qué les hablas. ¿Y los sacramentos? El ateo se casa en el ayuntamiento, el nuevo creyente pasa por la iglesia que es como los caminos de Machado: nunca más la ha de volver a pisar. El ateo puede divorciarse, pues no contrae un sacramento y el cristiano también, pues ese sacramento no le acomoda.

Yo no entraré en el Reino de los cielos pues ni tan solo creo que exista, pero les doy pena a estos nuevos creyentes, que sí entraran, pues las puertas de San Pedro son de chicle y ellos mascan las llaves a diario.

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